19.5.19

La madre que cría mariposas


Su niña adolescente de pelo azabache murió hace cuatro meses y ella es ahora el retrato de la más profunda tristeza.
En uno de nuestros cafés diarios le pregunté qué hacía para expresar tanto dolor. “Criar mariposas monarcas” me dijo.
Tengo una atracción peculiar por las mariposas pues me han pasado cosas curiosas con ellas, así que me encantó su terapia.

Se abastece continuamente de asclepias, pues las orugas son tan voraces que dejan el jardín arrasado en cuestión de días. Las observa cuando buscan desesperadas el mejor sitio para colgarse y ponerse en posición de jota para la extraordinaria transformación y las atiende cuando por fin eclosionan en tan bella forma de la naturaleza.
“Esta que me visita cada día ya es viejita, mira las alas desconchadas por todas sus aventuras, incluso fíjate que lleva un hilo de telaraña prendido a sus alas”.
Nuestros ratitos se convierten en una fascinante escapatoria.

El otro día, limpiando las malas hierbas en un sitio muchas veces limpiado anteriormente, me cuenta que algo brillante llamó su atención. No se lo podía creer. Era un pendiente perdido hace muchísimo tiempo en forma de osito, regalo de bautizo de su niña. “Yo también te quiero tantísimo”. Ahora lo lleva colgado del pecho engarzado en un corazón.


Creo en pocas cosas y entre ellas no está Dios, pero estoy convencida de que todo en el universo está relacionado y los milagros suceden -cursilería dentro- cuando miramos con los ojos del alma.