Me
gusta correr los cerrojos con sigilo y asomarme a hurtadillas por la
ventana mientras todos duermen. Sacar la mano y palpar la densa
atmósfera antes de que los soles en el cenit me la achicharren. Sólo
se oye el poderoso zumbido del amanecer, ni un solo ruido más.
Mientras aspiro el intenso olor a ozono, mi pelo empieza a oler a
chamusquina. Es hora de ir a dormir. Buenos días.