Quedó
la suerte que te hará falta
pájara
quedó
revoloteando cual tábano
Quedó magua
Quedó
la risa y el cariño
tirado por el ventano
Quedó
la suerte que te hará falta
pájara
quedó
revoloteando cual tábano
Quedó magua
Quedó
la risa y el cariño
tirado por el ventano
Vi una fotografía de un atardecer con una nube y una ola y una vela y una gaviota y un naranja y mil azules.
Vi otra foto cenital de un paseo lleno de cabezas y vida desordenada lindando con azoteas en perfecto orden.
Y eran más bonitas aún porque quizás es que allí estabas tú, porque quizás siempre quizás, también tus ojos lo vieron.
Me encantan las canciones en las que no entiendo la letra porque las chapurreo mientras estoy felizmente ajena a mis cosas. Wachuserimani uhuhuh.
Sin embargo, las canciones que entiendo y son tristes es que no puedo. Yo creía que con la edad una iba haciendo callo, pero no. Tampoco descarto que tenga que ver con estos tiempos aciagos que vivimos, que todo suma. Lo cierto es que antes podía desgañitarme cantando boleros, por ejemplo. Poniendo voces, haciendo los coros, bailando. No había sufrimiento en las penas de las letras, sólo pura pasión.
Ahora ya no. Porque de repente un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueada en la mitad del patio -que diría Cortázar- cuando suena de fondo, a traición “...nos hemos hecho tanto tanto daño...”
Qué honda pena