Sé que piensas que todo es un sinsentido y que para qué tanta lucha. Sé que oyes las noticias y te resulta hasta absurdo el temor de la gente. ¿Temor a qué? ¿A morirse? Te observo cuando eliges la ropa que te vas a poner para encarar un día más. Un día menos, sí, sé que lo piensas. Y te oigo suspirar. Ese aire que ahora estás exhalando viene de una niña huérfana de seis años que fue adoptada la semana pasada y el aire que exhala esa niña cuando ahora ríe a carcajadas vino de una mariposa que tuvo apenas una semana para volar antes de expirar, pero tú no lo sabes. Sí que sabes, pero no lo recuerdas, que hace doce años cerrabas los ojos con todas tus fuerzas y decías "que cuando abra los ojos haya pasado todo este horror, por dios". Tampoco sabes que dentro de una semana te vas a reír de ese portazo que diste ayer con tremendo enfado que desencajó la bisagra y te costó cien euros.
Te he visto volar. Y caer. Te he sentido soñar, amar con locura y que te correspondieran con la misma locura y te he hecho señales desesperadas para que entendieras que no es una competición el amor. Ahora mismo te oigo tararear la letra de la canción que bailasteis el día que os conocisteis aquella noche fresca de primavera. Qué cara se te quedó cuando descubriste por casualidad que esa canción en verdad se estrenó el siguiente otoño. Y sí, claro que te oí cuando pensaste qué más da la distorsión, mis recuerdos y mi vida son míos, no tuyos y hago con ellos lo que me da la gana.