A
ti te dejo mi escasa soberbia para que aprendas a hacer con ella
barquitos de papel y los envíes con mis cenizas a la deriva muy
lejos. A ti, mi puñado de locura con tirubazones que a veces viene
tan bien para lidiar con el disparate de los cuerdos. Y a ti, mi
empatía que luce tan bonita en el pelo cuando se enciende como un
farol.
El
sosiego recién adquirido me lo llevo, no sea que me haga falta allá
en el infierno.