Me dijo que pensó que era el fin del mundo. Que ya no habrían más
Yaizas ni Guanartemes.
Le conté que Yaiza pisaba la arena negra de Taganana y Guanarteme
luchaba cada día en el terrero.
Que yo soy López, pero me eriza el hondo sonido de la caracola y el
alegre compás de las chácaras.
Se quedó mirando el horizonte. Yo me fui a comer un escaldón.