Veo al mundo que no para; al viento jugar a carreras de hojas secas que revoloteaban alborotadas y a la sombra de una golondrina competir en el asfalto con la velocidad de la moto y a las nubes tornarse en gris peligro y luego echar alas y avanzar eufóricas y veo, porque lo veo, a tu presencia incorpórea susurrar: cuéntamelo.