Un rugido sordo, amenazador, acaba de paralizarme por completo.
Mis oídos alertas buscan desesperadamente el origen del murmullo; los ojos fijos en punto muerto intentan escapar de su encierro y mi boca se congela en una mueca helada; mi tacto y mi sabor desconectados vegetan como sentidos.
Ni siquiera sé si respiro.
Sólo existe el mensaje telepático que me envía, claro y corto, mi acojonada mente: hasta aquí llegamos.
Un miedo visceral, primigenio, arranca de mis tripas mientras el tiempo se para absolutamente en un segundo perpetuo des-esperando que el suelo se mueva bajos mis pies.
Es el eco que llega a mi ventana de una moto que pasó rugiendo.
Vuelvo a la cena.
En algún sitio de mi cerebro se disparó el recuerdo enquistado de aquel terremoto del 89.
Por fortuna, no suele pasarme muy a menudo.
Leyendo los comentarios, intuyo que, o no es muy frecuente la experiencia de catástrofes naturales, o las borramos rápidamente de nuestro computador visceral. Es algo que te cambia algo ahí adentro. Por estas tierras Canarias, en Tenerife, exactamente, hemos tenido varias manifestaciones más o menos traumáticas de la madre naturaleza: Este terremoto en el 89 de magnitud 5 y pico en la escala de Richter (el terremoto reciente de Venezuela fue de 6,4). La riada en Santa Cruz de Tenerife del 2002 que se llevó ocho almas y la tormenta Delta en 2005, escalofriante. Algún día igual se los cuento, que tengo tremendas anécdotas en ambas también.
entiendo tu exacta descripcion del terror, no es lo mismo que el panico, donde vivo tambien es zona sismica y suelo experimentar esos sustos que una vez pasados terminan en risas,te abrazo...
ResponderEliminarQue pequeñitos somos ¿no? ... los
ResponderEliminarmomentos construyen nuestra vida,
y segun ellos armamos nuestras de
fensas. Nuestra "primigenia" nece
sidad de comunicarnos nos lleva a
sitios como este ... y algunos lue
go de varios meses de haber lanzado
una piedrecilla al agua, nos "pre
cipitamos al momento" de meter los
deditos. El agua no es tan fria, y
pensamos en pronto hundir el pie.
Besos señorita blogueramente hiper
quinetica <3
No he vivido ninguno, sólo algún pequeño temblor, imagino que un terremoto tiene que ser algo tremendo.
ResponderEliminarBesos.
Qué me cuentas?
ResponderEliminarYO no he vivido ninguno pero si he oído a gente que los ha vivido y debe ser muy impresionante...
Besicos
Un maravilloso texto... quizás melancólico, pero... pura vida.
ResponderEliminarBueno, al menos nunca llueve en el sur de California.
ResponderEliminar¿ Será porque el gato está triste y azul?
Qué jodida es la memoria, y sobre todo no poder tener una buena papelera para echar en ella ciertos recuerdos que, esporádicamente, nos asaetean el pensamiento.
Pero de todo ello aprendemos y somos. Es lo que nos diferencia en buena medida del resto de las especies.
Se te enfría la cena.
No sé si se guardó mi anterior comentario.
ResponderEliminarTe decía qeno sé desde dónde escribes, no recuerdo qué terremoto famoso hubo en el 89, pero seguro que fue el último
Abuela frescotona, así es, a todo se acostumbra el ser humano. Nosotros vivimos en zona volcánica y es algo que no está en nuestra mente, afortunadamente. Es más, te diré que este año estrenamos el protocolo ante erupciones y terremotos. Ya les vale.
ResponderEliminarYo también te abrazo.
Juan Santiago, qué verdad más grande dices. No somos nadita ante la naturaleza.
Besos, caballero, cuida la armadura no se oxide ;)
Toro, éste que viví tuvo magnitud 5 y pico, que es "llevadero" y te aseguro que te sientes marioneta cuando la naturaleza dice zape.
Belén, como le digo a Toro, este del que hablo no fue muy fuerte, pero así y todo me desperto de madrugada el traqueteo de la cama. Imagínate. Yo creí que era el Teide.
Angus, pura vida, ciertamente. Y, aunque no es bueno vivir pensando en ello, tampoco está de más tenerlo siempre en cuenta.
Besos
Mc, eso que tenemos por sesera es tremendo. Cuando menos te lo esperas, clic. Para bien o para mal. Beso cálido del sur.
Baquero, fue en Canarias. Existe una falla entre la isla de Tenerife y Gran Canaria que de vez en cuando se menea. Normalmente no nos enteramos, pero en el 89 hubo un meneo bueno que nos despertó de madrugada y protección civil nos sacó de las casas en espera de réplica. Por entonces mi hijo "el emancipado" tenía 4 añitos y durmió en el asiento trasero del coche aparcados en un descampado. Es algo que se agarra con fuerza al cerebelo ese :) Un besote.
Recuerdo uno de muy pequeñita,y ver como se movía la lámpara y que nos levantaron a mi hermano y a mi de la cama. No slimos a la calle, pero al día siguiente me enteré de que mucha gente lo hizo y durmió ( como tú)en un descampado. En aquel momento 4 o 5 años, me hubiese gustado ir a dormir en el coche.
ResponderEliminarbesos
Pude vivir uno de apenas 4 grados en el año 85 en Quito.
ResponderEliminarApenas cuatro!
Te entiendo amiga, en toda la extensión del temblor...
Besitos.
Alex, Carlos, compañeros de blogs y de fatigas!, besotes a los dos
ResponderEliminarAlgunas de mis anecdotas:
ResponderEliminarDel terremoto- Maite estaba embarazada, el feto en posición normal. Cuando ocurrió el terremoto de repente samuelillo -así se llamaría despues- se puso lo más lejos posible de la salida (uterina), pegado arriba al esófago...
De la riada- esperando dentro del coche con mi hija a que descampara un poco para salir y tomar café con mi madre y hermanos; de repente ruido ensordecedor sobre la chapa del coche -la lluvia a cubos de agua-; el agua que subía de nivel por la calzada; el pánico; arrancar el coche y subir por dirección prohibida sin ver por donde circulaba; piedras y ladrillos que golpean las ruedas; subir las ruedas derechas a la acera para que la corriente no me arrastre ramblas abajo; cruzar toda la rambla de lado a lado como si fuera un todoterreno; el instinto animal de supervivencia que se despierta...
del delta- sentado en el salon, de repente un arcón de 1mx2mx70cm se levanta como por arte de magia absorbido por un remolino...
¡qué cosas!...
Jo Atlante! La anécdota de bebé samuelillo es tremenda. Lo que es la naturaleza...dentro y fuera.
ResponderEliminarUn besote