Ayer,
víspera de Reyes, la vi.
Había un trajín de gente para arriba y
para abajo en la calle peatonal más comercial de mi Santa Cruz. Yo iba
esquivando el bullicio en movimiento con la calma de quien lo tiene
todo hecho; contenta, respirando el ambiente festivo, la música, las
risas. Hasta los empujones. Uno de esos momentos en que la cabeza
hace zoom y eres más espectadora que actriz.
Entró
de repente en mi campo visual al abrirse un hueco entre el gentío,
palestina al cuello, chaqueta de cuero, vaqueros, joven, guapa,
dispuesta .
Y el bastón.
Veloz, oscilando de un lado a otro sobre el
pavimento.
Fundido
a negro.
Tres segundos de angustia reales se apoderaron de mí al
empatizar con ella.
Me
eché a un lado para dejarla pasar sin interrumpirla. Ella continuó
tan valiente
Y yo,
me sentí tan cobarde.
La verdad es que son admirables. Yo no sé si podría vivir así.
ResponderEliminarBesos, Lopillas.
Son momentos en que te sientes un privilegiado.
ResponderEliminarBesos.
nobleza obliga
ResponderEliminarNo hay que sentirse cobarde, y creo que tampoco hay que sentir compasión ni lástima. Pero sí creo, como bien dices, que hay que admirarlos: hacen de lo que para nosotros sería imposible un hábito cotidiano. Grandes.
ResponderEliminarY feliz 2017 ^^
Hay ciegos que ven más que videntes.
ResponderEliminarUn beso.
Tiene que tener mucha vida tu tierra.
ResponderEliminarBesos.
Feliz domingo.
Fue la sorpresa, esos momentos de sopetón e inesperados que nos secan la boca y nos cortan la circulación y nos hacen mas torpes de lo que pretendemos y bastante mas cobardes de lo que queremos...
ResponderEliminarTe ha quedado una entrada muy intrigante Lopillas.
Besos
:D