Mi
mente se vuelve pequeña a fuerza de conformarse con poco. Saben lo
que les digo, ¿no? Como que los sueños se adaptan a las
circunstancias para que no termines llorando en una esquina por esa
Toscana imposible. La mía, mi mente, ahora tiene dos versiones
recurrentes. Una, es un campo de amapolas que de vez en cuando me
deja ver y otra, con algunos cambios según la ocasión, es la
siguiente que les voy a contar.
Me
pongo una mascarilla que no tengo y salgo hacia la parada de guaguas.
Me subo a la primera que pasa y me siento al final, mi cabeza apoyada
en la ventana. La guagua está vacía, cosa que me tranquiliza; salir
se ha convertido en una sesión estresante. Arrancamos.
Los laureles
de la Rambla pasan y se van pasan y se van pasan y se van. Los
aparatos de hacer gimnasia están vacíos como no podía ser de otra
manera, porque en esta ruta que el chófer ha tomado no hay aparatos
de gimnasia. Le lanzo un beso volado a las tinajas con su melena de
petunias. Gracias, regador de flores. La fuente de La Paz, ajena al
mundo, continúa con su trabajo infinito. Un gorrión aletea
salpicando gotas. Un hombre pensativo también lo observa sentado en
la terraza del quiosco esperando a que le sirva nadie. Señor chófer,
¿la fuente de La Paz no la habían quitado para dejar pasar el
tranvía? Huele a pollo asado. Y hay una cola de gente que aparece y
desaparece como un anuncio de neón. Qué bonito el parque de La
Granja, qué bonita la cárcel antigua, qué bonito los Institutos,
qué bonita la casona que hace esquina, qué bonita mi antigua
morada, qué bonito el límite del municipio. No les he contado que a
mitad de trayecto se subió una señora. Pues se acaba de bajar.
Florencia va cargada con dos bolsas de esterilla y lleva calcetines
negros que le llegan hasta la rodilla. Se coloca el pañuelo, negro
también, anudado en la garganta. Una vez visitó Madrid y trajo
caramelos de violeta para todos sus vecinos.
Permítanme
que cambie de postura porque el traqueteo del cristal me tiene loca
la cabeza. Y esta mascarilla me la voy a quitar. A fin de cuentas el
bicho no infecta los sueños chiquitos, o sí?
Esta
avenida que ahora enfilamos no era así. Eran fincas que
atravesábamos al fugarnos de clase. El Director del Instituto sigue
en la puerta esperando nuestro regreso. El jodido mago se chivó.
Firme, serio, amenazante.
El
Director, el mago no; el mago nos saludó con la mano antes de
jugárnosla.
A
lo lejos veo la rotonda de La Laboral y los jardines del Campus
central, pero esperen, no, no son jardines. Es un hermoso campo de
amapolas.
Señorita,
ya hemos llegado al final del trayecto. Lo sé. Ahora la vuelta.
Gracias por lo de señorita.
Me ha encantado tu sueño.
ResponderEliminarY mucho lo que mago significa en canarias.
Me apunto que te gusta que te llamen señorita.
Ya han florecido, por aquí también algunas amapolas.
ResponderEliminarBesos.
Un sueño hecho realidad, un recorrido de los que dejan huella.
ResponderEliminarBesitos.
Me ha encantado este viaje contigo, de ida y vuelta...
ResponderEliminarComo estos besos, que van y no paran... y que tampoco se pasan.
Llegan hasta ti.
❤
Yo soy más de pesadillas.
ResponderEliminarLas últimas me dicen que el mundo que conocí ya no volverá más...
Me dan ganas de ir al estanco comprar unos puros y volver a fumar.
Bonito viaje al pasado. Un beso
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ResponderEliminarPer favore, déjele su móvil y que la grave corriendo en pelotas por esos campos de margaritas-.
Siiiiiiiii
Hagámoslo todos..... Aver si me está afectando a mi también esto...
beso signorina
S
a este pirata le hubiese encantado acompañarte en tu colorido sueño.
ResponderEliminarbesos.
Dar una vuelta y contemplar el paisaje sí que es de ensueño
ResponderEliminarDa gusto viajar contigo, tan observadora y sana, que paisajes esos tan comunes y que sin embargo se extrañan tanto. Besitos Lopillas. Me ha encantado leerte.
ResponderEliminarHola Cariño , no te preocupes que ese sueño
ResponderEliminarlo volverás a vivir , ya que esos sueños no se pierden
te deseo una feliz semana , besos de flor.
a ver si coincidimos en Firenze
ResponderEliminarbesos
El mundo ha cambiado y nos ha cambiado.
ResponderEliminarUn saludo.
Y eres tinerfeña, de Santa Cruz además, de esa Plaza La Paz, ese Cine Víctor con el bar de los bocatas a la salida, ahí crecí también, aunque ahora vivo en el sur. Me alegra haber llegado a tu blog, ya no me voy más nunca jajajajaja. Un abrazo.
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