Cruzaba el parque García Sanabria de vuelta a casa y mi cabeza seguía anclada a la silla del dentista. El modo shock proyectaba en mi mente imágenes y frases de la pesadilla, mientras se colaban de puntillas salpicaduras de colores. Se activó el bendito zoom y enfocó unas flores preciosas. Barrido: el césped, los árboles, el cielo, dando entrada al modo relax.
Una infinita paz tomó el control y sin darme cuenta llegué a la parada de guaguas. Había tres japonesas jovencitas salidas de un cómic de manga esperando junto a mí. Qué idioma tan relajante hablan los japos relajados kainpi chin kun jijijijijijiji. Me dejé llevar por la historieta: el palomo buchón cortejando a la paloma inmortalizado en la cámara nipona, Pai ko san jijijijiji; el bolsito friki a juego con el traje de exóticas flores de allende los mares, nada que ver con nuestros estampados ordinarios Musuka tinai jijijijiji; las tres melenas negras lisas y brillantes coronadas por gafas de sol imposibles, uuuusha jijiji.
Una distorsión se colaba en la historia obligándome a activar el filtro de la realidad. A mi lado había aparecido una señora que me estaba dando conversación. Modo pasivo.
Y aquí quería yo llegar: ¿cómo se puede hablar tanto en tan poco tiempo? Y mira que a mí me gusta darle a la sin hueso eh!!?. Mayormente cuando conozco el nombre del receptor.
La señora era rubia, rechonchita, trabajaba en una casa de la zona, le operaron de la rótula y de pólipos en el útero y tenía cita para el 13 de marzo con el ginecólogo aunque aún no era menopáusica pero tenía una artrosis que pa qué. Su hijo la visita todas las semanas, menos ese día que trabajaba también por la noche porque a los polis no les daban libre en estas fechas en las que piden refuerzos y por eso no había podido ir con su nuera, la enfermera, a una obra de teatro en Madrid. Modo stresssssss.
Menos mal que llegó la guagua, que aún llena hasta la bandera de gente me pareció un remanso de paz. Me fui hasta el fondo y me despedí con melancolía de las tres japonesas que se alejaban ya de mi plano. Fin?
Nooooo, las volví a ver por la noche en medio de una batucada en la calle, disfrazadas como se disfrazan los japos, vaya usted a saber. No las oía, sólo veía sus sonrisas y el flash de la cámara contento de verme otra vez. La que me reía era yo jijijijijijijijiiji. Modo feliz.
Una infinita paz tomó el control y sin darme cuenta llegué a la parada de guaguas. Había tres japonesas jovencitas salidas de un cómic de manga esperando junto a mí. Qué idioma tan relajante hablan los japos relajados kainpi chin kun jijijijijijiji. Me dejé llevar por la historieta: el palomo buchón cortejando a la paloma inmortalizado en la cámara nipona, Pai ko san jijijijiji; el bolsito friki a juego con el traje de exóticas flores de allende los mares, nada que ver con nuestros estampados ordinarios Musuka tinai jijijijiji; las tres melenas negras lisas y brillantes coronadas por gafas de sol imposibles, uuuusha jijiji.
Una distorsión se colaba en la historia obligándome a activar el filtro de la realidad. A mi lado había aparecido una señora que me estaba dando conversación. Modo pasivo.
Y aquí quería yo llegar: ¿cómo se puede hablar tanto en tan poco tiempo? Y mira que a mí me gusta darle a la sin hueso eh!!?. Mayormente cuando conozco el nombre del receptor.
La señora era rubia, rechonchita, trabajaba en una casa de la zona, le operaron de la rótula y de pólipos en el útero y tenía cita para el 13 de marzo con el ginecólogo aunque aún no era menopáusica pero tenía una artrosis que pa qué. Su hijo la visita todas las semanas, menos ese día que trabajaba también por la noche porque a los polis no les daban libre en estas fechas en las que piden refuerzos y por eso no había podido ir con su nuera, la enfermera, a una obra de teatro en Madrid. Modo stresssssss.
Menos mal que llegó la guagua, que aún llena hasta la bandera de gente me pareció un remanso de paz. Me fui hasta el fondo y me despedí con melancolía de las tres japonesas que se alejaban ya de mi plano. Fin?
Nooooo, las volví a ver por la noche en medio de una batucada en la calle, disfrazadas como se disfrazan los japos, vaya usted a saber. No las oía, sólo veía sus sonrisas y el flash de la cámara contento de verme otra vez. La que me reía era yo jijijijijijijijiiji. Modo feliz.
Hasta mi cartel de carnaval se ha puesto en modo feliz. Pínchalo y vérás.
ResponderEliminaresto ya es serio... que te hables a ti misma... ;))
ResponderEliminarPero que genial eres...he descubierto esta faceta tuya despues de tanto tiempo y me encantaaaaa!!!! eres una artista de la escritura. Por cierto a Jorge y a mi nos encantó el dibujo jajajaja.
ResponderEliminarLa vida nos regala a veces pequeños tesoros en forma de amistad... que suerte he tenido!!!