Cuando me despido de alguien que aprecio me
gusta mirar hacia atrás y ver cómo se marcha sin que se percate. Mi memoria
hace clic y guarda ese instante en mi retina. Tengo muchos.
Ahora me estoy proponiendo hacerlo a la
inversa también. Hacer clic de manera consciente cuando me reencuentre con alguien.
Ya tengo la primera: mi hija con su larga melena y su mochilón al hombro entrando
por el portal de casa ensimismada con la prótesis el móvil. Me apuesto una ronda a que ese cacharro va a ser el protagonista de muchos de mis nuevos recuerdos.