En
el fondo, creo que intuye mi timidez, pues a pesar de las hondas
cicatrices que acumulo, siempre intenta calmarme con sus palabras
suaves ante mi cuerpo desnudo. Cierto es que sé a lo que he venido,
el maldito contrato es bien claro, pero a veces sólo me apetece que
me deje tranquila en mi oscuridad y aunque me muestre fría, él,
ajeno a mi congoja, me manipula y consigue sus fines. Indefensa e
impávida, con los ojos cerrados, me dejo hacer.
Ahora
ya lo tengo claro: si pudiera retroceder en el tiempo elegiría que
me comieran los gusanos antes que donar mi cuerpo a la ciencia. Pero
aquí estoy: Eternamente suya.